29 jul 2010

BICENTENARIO: HISTORIA DEL TEATRO ARGENTINO

 
Al lado de las piezas neoclásicas, románticas o realistas (originales, traducidas o imitadas) que se fueron representando en los escenarios argentinos, nació, en un ámbito heterodoxo, las arenas de los circos y el teatro criollo.
A partir de 1880 se produjo un importante crecimiento de la actividad teatral fundamentalmente ligada al auge del género gauchesco y el sainete, en especial el de contenido político. El motivo que posibilita y sostiene esta actividad se origina en el explosivo fenómeno social provocado por el proceso inmigratorio: la transformación de la fisonomía de las clases tradicionales y la aparición de una clase media compuesta, en gran parte, por “recién venidos”, que se le incorporan a través de las pequeña propiedad e incluso mediante el ejercicio de las profesiones liberales.
El bullicio se acrecienta y el entusiasmo también, y el público es cada vez más numeroso y asiduo. Hay algunos autores criollos que, reclamados por este medio que se les torna propicio a pasos agigantados, tientan suerte, llegando a plasmar un sainete integrador de tipos, lenguaje, costumbres y vestimentas de nuestro ámbito social urbano.
Entre los pioneros de este “género chico” estaba la familia Podestá, proveniente del Uruguay. Con Juan Moreira, la novela folletinesca de Eduardo Gutiérrez y su adaptación circense, los Podestá plasmaron una nueva fórmula, esta vez teatral. La proliferación de salas y circos permitió la amplia difusión del teatro, frecuentado por todos, tanto nativos como inmigrantes. Entre estos últimos era costumbre formar grupos “filodramáticos”. En sus espectáculos, por supuesto, se evocaba la lejana tierra natal.
Se difunden entonces los nombres del payador Nemesio Trejo (sus personajes: orilleros de andar "canyengue"; su acción: milongas de corte y quebrada, entreveros de rompe y raja), Ezequiel Soria (que presenta coloridas escenas de conventillo sazonadas con algunos dardos políticos lanzados con buena puntería). Enrique García Velloso (de quien Maturana dijo que era "la personalidad más pintoresca, más ágil y fecunda que hayamos llegado a conocer como escritor, periodista y hombre de teatro"), interpretados aún por compañías españolas.  
 



Célebre payaso de la tradición circense; uno de los personajes de los Hernanos Podestá, (izquierda). A la derecha se puede apreciar un maniqui con el traje original del mismo.

Escena de Juan Moreira (1890) Podestá-Scotti
El drama gauchesco
En noviembre de 1904, la compañía de Angelina Pagano estrena, en el Teatro San Martín, La gringa, que provocó una fuerte polémica alrededor de su tema central: el contraste entre el sentimentalismo del viejo criollo, apegado a sus tradiciones, y el sentido práctico progresista del inmigrante italiano, de espíritu renovador. Acostumbrado a un teatro de exaltación del gaucho y burla al extranjero, cierta parte del publico se ofendió en sus sentimientos nacionalistas. “Así como el ombú es símbolo de la destrucción de lo viejo en La Gringa ‘era un árbol que no sirve ni pa' leña’ ”. El mensaje era claro: a través de la unión de las dos razas, la criolla y la “extranjera”, se alcanzará el progreso del país.
El enfrentamiento campo-ciudad, tan sencillamente planteado y resuelto a la manera de “menosprecio de corte y abalanza de aldea”, se ve en la obra de Nicolás Granada ¡Al campo!. Florencio Sánchez, en la primera obra de envergadura, M’hijo el dotor, ofrece, además de la clásica posición de gustos y costumbres, motivos de distanciamiento entre padres e hijos, por las nuevas ideas de postura anarquista y rebeldía de los códigos de la sociedad burguesa en uno de los personajes.     
Cobran entonces gran popularidad los dramas gauchescos, que siguen el esquema argumental del criollo perseguido por la autoridad prepotente y el gringo avieso y que, al quedar indefenso, se ve obligado a hacerse justicia con su propio puñal, más veloz y certero que un rayo. Diez años después de Juan Moreira, los Podestá, que han saltado de la pista de arena al escenario, estrenan en el teatro Victoria Calandria, de Martiniano Leguizamón: el gaucho "compresivo" acepta la estancia. Convergen ahora en el repertorio de los Podestá las piezas de ambiente tanto urbano como rural, que otorgan al teatro rioplatense una vigencia plena: teatro con continuidad de producción, con elencos estables y público asiduo, con autores y críticos teatrales no esporádicos. En 1901, al separarse Jerónimo Podestá, se constituyen dos compañías de actores criollos. Y entramos así de lleno en lo que se ha dado en llamar "época de oro del teatro nacional".
                
                                                       















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